El Almería ha entrenado esta mañana a puerta cerrada. Sabia decisión. Sergi Barjuán está recién llegado y siempre será mejor que oculte cartas y no dé pistas al rival. Es la ventaja que tiene ser nuevo en el puesto.
Después de lo visto en Barcelona, hablemos claro, Sergi tiene que escoger, para la gran final ante el Granada, entre una formación de tipología parecida a la que ha llevado al Almería al penúltimo puesto cuando la competición está en tramo decisivo o entre lo que se vio en Barcelona, que no fue para tirar cohetes, pero que parece ser que invita bastante más a la ilusión.
En Barcelona vimos a dos laterales laterales, sin experimentos, que se dedican a defender por encima de todo, que no es algo que le sobre al equipo rojiblanco; y una pareja de centrales que, a pesar de recibir cuatro goles, pareció más sólida que en la mayoría de la temporada. Seguir con Casado y el canterano de oro Antonio Marín en los carriles y Tximo y Trujillo en el centro parece lo arriesgado, aunque a lo mejor es más riesgo mantener lo que se ha demostrado que no funciona. Dicen los gurús del coaching que si quieres que algo cambie en tu organización, no puedes seguir haciendo lo mismo que te ha llevado a la crisis.
Por delante, parece claro que la medular tendrá un doble pivote con Corona y Thomas, en ausencia de Verza y sin que parezca que Ramón Azeez pase por su mejor momento. Y justo delante, en la mediapunta, de nuevo el dilema: arriesgar con Espinosa o recurrir a otras opciones pasadas, que hasta ahora no han tenido éxito.
Y arriba, en Barcelona vimos a un Thievy muy activo en la posición de delantero centro, aunque ahí siempre tendremos la duda de si fue porque el rival era el Barcelona, ante el que parece que el congoleño tiene un afán de protagonismo especial, o por la posición que Sergi le otorgó en el esquema.
En fin, que tiene campos para decidir el nuevo técnico del Almería. Mañana, en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, Sergi hablará, con actos, sobre su manera de afrontar lo que resta de temporada.
