Lo dice el refrán: ‘más vale tarde que nunca’. El Almería le ha metido mano a la situación tarde, muy tarde, pero aún hay esperanza. El equipo de Ramis lleva seis puntos de nueve y el cuadro rojiblanco ha sumado diez de quince desde que se marchó Soriano, invitado a hacerlo primero por los vivos y los muertos y más tarde por el presidente del Almería.
En dos semanas con Fran Fernández y tres con Ramis, se ha demostrado que no era imposible sumar victorias fuera de casa (tres de las dos últimas salidas han terminado con triunfo rojiblanco), que se podía ser más fuertes en casa, que se podía pensar en la permanencia como algo más que un sueño.
El Almería no jugó ayer un buen partido en Tarragona. Pronto es para ir desempolvando el autobús descapotable, pero el equipo de Ramis se trajo tres puntos del Nou Estadi.
Los de Ramis sufrieron sobre el césped, tuvieron poco balón, estuvieron contra la pared con la presión arriba de los catalanes, perdieron balones como si no hubiera un mañana y vieron al rival acercarse a su portería más de lo que a ninguno nos hubiera gustado.
El partido fue malo, para qué nos vamos a engañar. Malo porque el Almería exhibió por momento sus peores males de la temporada, el no saber hacia dónde caminaba, el no encontrar su patrón de juego y el sufrir para llegar al campo rival como si se tratara la tierra prometida.
En su descargo hay que decir que seguramente le faltaban sus mejores piezas para conseguir tal objetivo, con las ausencias obligadas de Pozo y Ramón Azeez.
Pero además, la realidad es que el equipo de Ramis disfrutó de tres ocasiones, las tres en las botas del futbolista que más gol tiene en sus venas, que mejor olfato luce, que más aspecto tiene de asesino del área.
Falló la primera Kalú Uche cuando apenas amanecía el pratido; no encontró la red de la portería en la segunda, cuando el choque se le había atragantado en el exófago; pero agarró la tercera y dijo que de ahí no pasaba, que hasta ahí habíamos llegado; y le puso el cerrojo al partido, tiñó de tres puntos lo que estaba siendo un partido de más pena que gloria y volvió a enfundarse el traje de héroe rojiblanco.
El Almería no brilló ayer el Almería en Cartagena, pero de eso ya nadie se acuerda; de hecho, nadie debe acordarse. Los tres puntos que Ramis subió al maletero del autobús, a la hora de las cañas con la tapa de paella son el único premio que cualquiera perseguíamos.
El Almería está hoy a un punto de la zona de permanencia y juega su proximo partido en casa. No es que nos guste llevar razón, es más, en este caso, lo odiamos, pero cada día que pasa se confirma que el Almería ha estado en el limbo desde que, un mal día, alguien decidió la estructura de banquillo al final de la pasada temporada.
El Almería ha tirado media liga por la borda. Ahora la cuestión es saber si el barco puede llegar a puerto, centrándonos en la otra mitad.
Tarde, pero más vale
