Sí amigos: éste será el último Radioblog antes del final de la temporada para la UD Almería. El lunes, cuando nos volvamos a encontrar por estos lares, el Almería habrá conseguido la salvación o, en caso de que las cosas no se den tan bien, será equipo de Segunda División B.
En ese hipotético y lamentable caso, como ayer dijo bien César Vargas en esta misma Tertulia, quienes no sueltan el mantra de que Alfonso García Gabarrón nos ha dado mucho y que gracias a él estamos donde estamos, habrán perdido la razón.
Si el Almería se convierte en el cuarto descendido, mañana a eso de las diez y media de la noche, Alfonso habrá colocado al equipo en una categoría inferior a la que se lo encontró, que fue la Segunda División A; y si luego se marcha consumando la venta del club a un grupo empresarial chino, americano, malayo o de Burgos, tal y como se está escuchando durante toda la semana, habrá completado una trayectoria nefasta, a pesar de que ella haya incluido unos años en Primera División.
Bajar a Segunda B es una desgracia, un problema brutal para una entidad deportiva como el Almería. Basta citar ejemplos como Oviedo, Cádiz, Santander o Burgos, éste ya desaparecido, para comprender que la expresión ‘el pozo de la Segunda B’ no es una frase hecha.
Lo curioso de todo esto es que, en la semana en la que este desastre, esta tragedia se puede consumar, el presidente del club ni está ni se le espera: sin declaraciones públicas, sin bajar al vestuario, sin reuniones ni cónclaves de máximo nivel, vamos, ni siquiera una visita a la ciudad del club que preside.
Aunque no me gusta pedirle cosas a Alfonso, porque corro el riesgo de que me responda “¿tú pones dinero aquí?” o “Si no te gusta, hazte del Madrid o del Barça”, yo le pediría una cosa, una única cosa: que si tiene que irse, lo cual no estaría nada mal llegados a este punto, que nos deje al menos en la misma categoría que nos encontró.
Si lo hace, al menos, no pasará a la historia como el presidente que descendió al Almería a Segunda B, como el presidente del comienzo del fin.
Alfonso, déjanos donde nos encontraste
