https://www.facebook.com/radiomarcaalmeria/videos/320793165164812/
POR VÍCTOR J. HERNÁNDEZ BRU
Aunque no sea así de manera meteorológica ni oficial, para muchos hoy termina el verano. Concluye el mes de agosto, algunos dejarán rodar alguna lágrima en la arena, otros tocarán el último trasero de ese amor fugaz del estío y más de uno se acordará de los muertos más frescos de alguien, embutido en una retención de kilómetros a las puertas de una gran ciudad. Es lo mismo, todos los años.
Y como todo eso, también empieza a convertirse en costumbre el que García Gabarrón, Alfonso, disfrazado de Tío Gilito y subido al trampolín desde el que observa en las alturas su piscina desbordante de monedas (me perdonarán la comparación los menores de 30 años), realice balance, haga caja de cómo han ido estos mesecillos.
Y la verdad, si resultaba difícil aspirar aun verano como el pasado, en el que los García se habían metido en la buchaca tres millones de euros en concepto de traspasos y otros seis por los derechos televisivos del club de todos los almerienses, la realidad ha vuelto a superar a la ficción.
Alfonso se ha dejado ya de complejos, se ha quitado la careta de un tirón, nos ha mirado a la cara sonriente y se ha dicho: venta, que salte la banca. Y después de todo eso, se ha puesto frente al espejo y le ha espetado aquello de: “Espejito, espejito: ¿Por qué jugadores podría yo sacar un duro en estos meses?”.
¡Bingo!
La familia García ha vendido este verano todo lo que tenía precio: mandó a Fidel a Las Palmas en una operación que le va a estar dando pasta varios años; le endosó al Pozo al Rayo en lo que dicen que es un traspaso que triplica la inversión que hizo en su día, un 31 de agosto con nocturnidad; se ha quitado de en medio la ficha de Marco Motta, que se ve que estorbaba en la contabilidad; y le ha sacado a Joaquín billete para las orillas del Pisuerga, previo embolso de kilo y medio de vellón.
Total, salvo llamada extemporánea de la pequeña de la saga de los García para corregir una información que ellos mismos se niegan a dar, más de tres kilos para el cuerpo serrano de don Alfonso, que ya con toda la razón del mundo, entona ufano aquello de: ‘No hay fiesta sin traca, ni vampiro sin estaca; como no hay ningún verano sin llenarme la buchaca”.
Pues eso, el año que viene, más; y si es posible, mejor.
