VÍDEO BLOG #Minuto92: Que no, amigos; que yo no me conformo con esta gestión, por Víctor J. Hernández Bru.
Mantuve ayer alguna que otra conversación en redes sociales con algunos aficionados de la UDA, de nuestro equipo, del equipo de nuestra tierra común, a propósito de mi visión acerca de la gestión de fichajes que llevan a cabo la supuesta dirección deportiva del club.
Una visión, la mía digo, que se resume en que con el potencial económico que Turky pone a disposición del dúo El Assy-Gonçalves, el balance es bastante deficiente, no sólo por los jugadores que han ido desfilando por aquí en estos cuatro años, sino por la forma del invertir el dinero.
Me acusaban algunos de poner el acento sólo en los fracasos y obviar los aciertos. Incluso uno utilizaba el peregrino argumento de que el club es de Turky y él puede hacer lo que le dé la gana con su dinero; y que sólo él puede exigir a sus técnicos que saquen más rendimiento de él. Con esa filosofía, cabría pensar que los almerienses no tenemos derecho a vibrar con el equipo, puesto que no es nuestro, ni a sufrir cuando las cosas van mal, ni alegrarnos y celebrar los triunfos o ni siquiera a ir al campo a ver al equipo; ya no te digo a pagar las entradas.
Pero argumentos de peón caminero al margen, lo primero es que no debemos confundir el papel de Turky con el de El Assy. Como ya he dicho en múltiples ocasiones, Turky es el que está poniendo en Almería ingentes cantidades de dinero, mientras que Mohamed es quien se lo está gastando. Así pues, al que pone la pasta, ninguna pega, pero al que nos ha ‘alegrado la vista’ con una larga lista de la que podemos extraer nombres como Ivanildo, Schetine, Pedro Mendes, Olivera, Gutiérrez, Appiah, Guedes, Milovanovic, Kaiky, Arnau Sola, Vinicius, Sviderski y muchos más, desde luego hay que exigirle mucho más.
Porque no es lo mismo el papel que pudieron hacer, por ejemplo, Miguel Corona e Iván Andrés con el dinero que Alfonso ponía en sus manos, que las posibilidades que el pastizal de Turky le da a este Almería y a quien gestiona en su nombre esa inversión.
Y no, el hecho de que hayan llegado buenos jugadores como Darwin, Robertone, Sadiq o Akieme, así como otros que han cumplido o están cumpliendo su papel más o menos en el aprobado, no puede justificar ni muchísimo menos el despilfarro en rotundos fracasos, jugadores que era muy evidente que no eran los adecuados para la categoría en la que se les requería, auténticas aventuras que apestaban a fracaso, algunas de las cuales han tenido costes como los ocho millones de euros por Appiah, los siete por Kaiky o los tres y medio por un jugador que disputará dos tercios de temporada en el filial de Tercera Federación, como Milovanovic.
Pero hay un argumento más: cuando uno quiere a un equipo, cuando uno siente los colores, puede conformarse con jugadores y operaciones como las que acabo de relatar, puede consolarse con el hecho de que no todos los fichajes son medianías, que no sólo hay morralla en la red de pesca de El Assy y Gonçalves, pero yo no soy así; yo quiero que el equipo de mi ciudad esté mucho mejor gestionado y que el nivel de los profesionales que hay al frente sea mucho mayor. Queridos amigos, el que tenga esperanzas de que yo vaya a cambiar en este sentido, desengáñese: antes veremos un gesto de humildad de Mohamed El Assy.
