VÍDEO BLOG #Minuto92: El surrealismo de Rubi es la normalidad en un club surrealista, por Víctor J. Hernández Bru.
Lo he dicho muchas veces y, de momento, no he cambiado de opinión: veo en Rubi más aspectos positivos que negativos. Aunque mucha gente no lo perciba, el catalán está trabajando en el Almería en unas condiciones muy complejas, en un club que no se rige por las normas generales que imperan en el fútbol profesional español, gestionado por personas sin experiencia y sin ni un solo gramo de la empatía, permeabilidad y ansia de aprender y mejorar necesarias, imprescindibles para adquirir los patrones que permitan dirigir un club profesional.
Es por eso que siempre siento una cierta compasión, una cierta comprensión a la hora de juzgar su gestión deportiva. Rubi trabaja en Primera División con un plantel en el que apenas hay cinco jugadores con una cierta experiencia en dicha categoría y eso, que se habría podido corregir con un poco de trabajo, un bastante de conocimiento y un par de toneladas de humildad a la hora de dejarse asesorar, hablo de los gestores del club, es una losa muy importante a la espalda con la que caminar.
Pero eso no puede esconder realidades y responsabilidades cada día más graves en las que incurre el técnico. En lo deportivo, mantendré hasta el final que Rubi no tiene más cera que la que lleva ardiendo desde el primer día de la competición. Con ese material, en ocasiones acierta y en otras se equivoca, aunque creo que estar a falta de ocho partidos fuera del descenso es un mérito tremendo.
Deportivamente, lo de Rubi no da para hacerle un monumento, pero para mí es más que un aprobado. Tiene días, cierto es, en los que a su equipo no hay por dónde cogerlo y otros, la mayoría, en los que a los buenos minutos los acompaña con largos períodos en los que lo que pide el cuerpo es irse lejos para dejar de ver lo que vemos. Este sábado, ante el Athlétic, fue uno de esos partidos.
Pero sigo insistiendo en que donde peor rendimiento ofrece Rubi es en sala de prensa. Ciertamente es demoledor leer las opiniones que han suscitado las palabras del técnico este sábado en sala de prensa, tras la derrota. Seguramente las habrá, pero yo no he encontrado ni una sola opinión favorable al ‘míster’, ni en el análisis del partido ni en el de su discurso posterior.
Poniendo el foco en algunas de sus frases, se podría fácilmente colegir que lo que Rubi pretende es ser destituido, cobrar el finiquito y dejar de sufrir en este club profesional dirigido por amateurs que cobran como reyes del despotismo ilustrado. Sin embargo, estoy convencido de que no se trata de eso.
Me inclino más bien a pensar que Rubi está interiormente desquiciado, que no puede más, que no sabe ya para dónde tirar. Sólo así se puede explicar que, tras la nefasta, tras la deprimente segunda parte, torpemente maquillada por dos minutos de arranque de amor propio en el descuento, el técnico diga que está muy satisfecho con lo visto y que ahora es cuando más optimista se muestra con estar el próximo año en Primera División.
Quiero pensar que Rubi es consciente de que está diciendo lo contrario de lo que refleja la realidad, incluso lo contrario de lo que él mismo percibe, pero entonces no puedo explicar por qué lo dice.
Sus discursos surrealistas e irreales han colado para muchos durante mucho tiempo, pero nadie es permeable a la milonga eternamente y, a base de contar este tipo de trolas, Rubi ha conseguido echarse encima a gran cantidad de aficionados y analistas. Insisto en que desconozco los motivos, como desconozco cómo la UD Almería sigue siendo uno de los escasísimos equipos de la categoría que sigue confiando en el mismo técnico con el que comenzó la temporada. Nada es fácil de explicar en este club, el club de las pancartas, el club de los vetos, el club de un dueño sobre el que no tenemos ni idea de hasta qué punto le llegan estas realidades.
