VÍDEO BLOG #Minuto92: Asqueado de Mouriño, por Víctor J. Hernández Bru.
Me produce una profunda sensación de rechazo José Mouriño, he de reconocerlo. Una sensación que nació cuando, hace años, convirtió a parte de la afición española en seguidores de su idea del fútbol y del deporte basada en el juego sucio, en el barro, en la antideportividad y, por cierto, en un fútbol más feo de ver que un frigorífico de los antiguos por detrás.
Y eso no va a cambiar, porque él no va a cambiar. Por aquel entonces, época en la que la selección española estaba plagada de jugadores del Barcelona que propiciaban que se ganaran títulos como dos Eurocopas y un Mundial, Mouriño llegó incluso a convencer a la parte borrega de nuestra afición al fútbol de que había que ir contra la selección y hasta llegó a provocar que una parte del madridismo, que era el club al que él entrenaba, terminara odiando a su portero, Íker Casillas, porque se llevaba bien con sus compañeros de combinado nacional.
Insisto, muy repugnante todo.
Por fortuna para mí y para nuestro deporte, el portugués siguió su camino lejos de nuestro fútbol, donde poco a poco ha ido desapareciendo de los principales clubes del concierto europeo, para recalar en equipos más bien de segunda fila europea, grandes clubes, por supuesto, pero no ya en los aspirantes a ganar una Champions.
De esta manera, esta semana ha vuelto a tener protagonismo porque, con uno de esos clubes, la Roma, ha llegado a la final de la Europa League, que bien ha podido ganar, puesto que ésta se ha resuelto en la tanda de penaltis.
El cara o cruz de los lanzamientos desde los once metros ha dictaminado que la pierda y, por supuesto, como estamos ante un tipejo que jamás aprenderá a encajar la derrota, este miserable que deshonra el buen nombre del deporte a cada paso que da protagonizó hechos tan ridículos como despreciar la medalla de plata regalándosela a un aficionado porque, según él no quiere el trofeo de los segundos; y tan graves como perseguir a los colegiados hasta el apartamiento para recriminarles lo que él, demente deportivo, entiende como un robo.
Al día siguiente, siguiendo el ejemplo de este tarado deportivo, un grupo de aficionados se encararon con el colegiado del encuentro en un aeropuerto cuando éste iba acompañado por su familia.
Lo dije en su día, cuando Mouriño enfrentó al fútbol español pasando incluso por encima de nuestra selección y lo repito ahora: quien defienda a esta escoria deportiva merece por mi parte tanto desprecio como el que le profeso a él mismo.
