VÍDEO BLOG #Minuto92: El perdonavidas y el Estadio, hoy no, mañana, por Víctor J. Hernández Bru.
Preguntaba ayer el ‘community manager’ de Radio Marca Almería en #LaApuestadelDía en nuestras redes sociales la opinión del respetable sobre el hecho de que el CEO de la UDA, ése que sigue diciendo que ha sufrido un incidente racista pero, después de un año, aún no cuenta en qué consistió, haya anunciado que lo que resta para culminar la remodelación del estadio se va a quedar, más bien, para 2024 o para cuando se pueda, cuando encuentren tiempo.
He de decir que, a pesar de lo mucho que ha quedado en entredicho la palabra del señor El Assy desde que llegó y especialmente con el rollo éste patatero del incidente racista que nunca cuenta en qué consistió, yo no tengo duda de que la remodelación del estadio se va a culminar, a pesar de que me dicen que, como en todo, estos señores se han topado con algún problema legal, como les pasa casi siempre, dado que para ellos las leyes son más bien un ‘constructo’, como diría María Jesús Montero.
Y creo que se va a hacer porque en ello lo que está empeñado no es la palabra de El Assy, sino más bien de su jefe, que ése ha demostrado tenerla con bastante más valor que la de su subordinado.
Pero no deja de ser un poco tomadura de pelo el tener que estar todos los años con prórrogas sobre los planes que previamente se habían anunciado y no deja de ser muy poco serio que uno se dé tantísimos golpes de pecho cada vez que habla, cuando luego de lo que dice, la mitad de las cosas no se cumplen y la otra mitad llegan considerablemente tarde con respecto a lo previsto.
Que a todo el mundo puede pasarle que las cosas se compliquen, que se vean a priori más fáciles de lo que terminan siendo o que se tuerzan algo los planes. Pero cuando uno es tan prepotente que cada vez que habla le está perdonando la vida a medio mundo y al otro medio también, que si luego los hechos le escupen tanto en la cara a los planes y a las promesas, uno queda en una situación más que parecida a la del gran Cagancho en Almagro.
Eso sí, para que a uno le dé vergüenza de algo, hace falta tener vergüenza… que no es el caso.
