VÍDEO BLOG #Minuto92: El silencio de El Assy, por Víctor J. Hernández Bru.
Le está saliendo todo muy mal, de un tiempo a esta parte, a Mohamed El Assy, como corresponde a quien no hace las cosas bien. El club del que dijo que no volvería a bajar a Segunda División está con 3 puntos de 39, el plantel que ha confeccionado como director deportivo que él mismo dice que es, aunque a riesgo de que haya descojone general, se ha evidenciado como un fiasco mayúsculo, el márketing del club no funciona, los servicios especiales como palcos o fan zone no dejan de provocar quejas y sus ‘negocietes’ particulares de hostelería han tenido que cerrar, ante el desastre con el que se estaban gestionando.
Y en mitad de todo este caos, de este mayúsculo carajal, de este ‘cacharro de La Bernarda’, llama poderosamente la atención, resuena de forma poderosa, el profundo silencio del CEO de la UD Almería, su ausencia, su evaporación tanto de la esfera pública como de la privada.
Siempre he dicho que el estilo de vida de El Assy no es ni por asomo el más adecuado para dirigir una empresa, que un transatlántico como es un club de Primera División no puede estar en manos de alguien cuya experiencia de gestión deportiva se limite a cuatro años de representante de jugadores y uno dirigiendo un club juvenil y que dedica la mayor parte de su día a mantener un tren de vida de auténtico jeque del petróleo, sin serlo.
Pero es que, además de sus formas poco recomendables y de su rotundo desconocimiento de este negocio, a El Assy le está condenando su absoluta falta de interés por aprender, por mejorar, y su ausencia completa de humildad para progresar en su carrera. El Assy está, o al menos se muestra absolutamente convencido de que es el que más sabe, hasta el punto de que aquel infausto día de la celebración del ascenso, con los ojos fuera de las órbitas, el pecho descamisado y ostensibles gestos de excitación, no cesaba de repetir “¡yo he subido al equipo a Primera!”, en una actitud tan infantil como prepotente, puesto que todo el mundo sabía que lo que había subido al equipo a Primera era el pastizal que su jefe, Turky, se estaba gastando en la confección de las sucesivas plantillas.
Ahora El Assy ya no se da golpes de pecho, ya no hace saltar sus ojos de las órbitas, ya no eleva el tono dándose golpes de pecho y blandiendo escandalosos gestos de excitación. De hecho, ahora no sabemos dónde está El Assy, porque también se le ve poco alrededor del equipo.
El Assy está, ahora, escondido en su tinaja, esperando a ver si hay suerte y escampa, porque sabe que el chollo que le cayó hace cuatro años cuando Turky cometió el grave error de darle plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo y con tarjeta VIP para cuantos gastos necesitara, no lo va a encontrar en ningún otro sitio adonde vaya.
El gran misterio es cómo alguien que se supone tan listo como Turky sigue permitiendo este disparate de gestión, pero mientras tanto, Mohamed reza para que algo varíe mínimamente la desastrosa y disparatada trayectoria del proyecto que alguien, sin duda en un muy mal día, le pidió que él dirigiera sin ningún conocimiento ni preparación para ello. El Assy calla. Es el silencio de El Assy.
