VÍDEO BLOG #Minuto92: Negreiras y troleiros (de cómo la Justicia ha hablado, dejando con la miel en los labios a los apocalípticos, mientras la prensa disimula), por Víctor J. Hernández Bru.
Cuando comenzó todo este lío del Caso Negreira, ya afirmé con total rotundidad y seguridad que jamás podría darse una condena contra el FC Barcelona por compra de árbitros en este caso, por la sencilla razón de que era imposible que hubiera nadie tan imbécil como para comprar a un árbitro dejar pruebas o rastros sobre ello.
Toda la base de este caso me ha parecido siempre una historia típica de las redes sociales, de las investigaciones de barra de bar, del cúmulo de rumores y manipulaciones en el que se ha convertido nuestra sociedad que, como siempre suelo recordar, se da en el momento de la historia en el que el ciudadano tiene más acceso a la información en la historia de la humanidad y, sin embargo, está peor informado que nunca.
Cualquiera que haya estado cerca del fútbol profesional sabe que todos los clubes se relacionan con árbitros de diferente manera para que les hagan informes, les ofrezcan cursos de formación o incluso les acerquen al colectivo. No es algo que a mí me haya agradado nunca; y lo he visto en infinidad de ocasiones. Pero se da desde hace mucho tiempo, décadas.
Que en el caso del Barcelona, el árbitro escogido sea uno de los jefes del colectivo o su hijo, desde luego no es bonito, pero es imposible demostrar que el abono de las grandes cantidades de dinero que se pagaron no fuera en concepto de asesoramiento arbitral. Y además se da la circunstancia de que durante los años que se produjeron estos pagos, el Barcelona perdió buena parte de las ligas que había en juego. En todo caso, habría tenido que ser el Barça quien denunciara a los receptores del dinero por timo, al no haber proporcionado el presunto premio prometido.
El tiempo ha pasado y, el pasado día 24, los medios de comunicación, de manera muy discreta, se hacían eco de la noticia de que la Audiencia de Barcelona desestimaba la imputación por cohecho del club y de los directivos implicados.
El caso no ha terminado y aún tiene bastante recorrido, pero he de decir, por un lado, que sigo teniendo claro lo que dije el primer día, ante la irritación ulcerosa de la ‘caverna’ almeriense, que ya se relamía con la posibilidad de la desaparición del club azulgrana y, además, que la riqueza tipográfica de esta noticia se ha quedado a la altura del betún comparada con los elefantiásicos y apocalípticos titulares que se pudieron ver durante días y días cuando estalló el caso y casi todo el mundo daba por seguro que habría sentencia de culpabilidad.
Eso sí, tampoco hay para rasgarse demasiado las vestiduras: el periodismo en este país sigue siendo un corrillo de jubiladas haciendo punto de cruz y sentenciando de muerte a la vecina que ese día no ha podido estar presente porque tenía que visitar a su prima Encarna, la de Cuenca. Es sólo una más, Alfredo y Tomás.
